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Nada parece cometerse al azar, cada pieza guarda su lugar, cada vestido adapta su perla, y los días no parecen pasar desapercibidos para una sociedad de tal estirpe. Su capacidad y su poder llegan al alcance de uno o de miles personajes que esperan con algún día llegar a pertenecer a esta ¨familia¨ , este minucioso y selectivo grupo que parece no conocer el acaso, pues en ello consiste, en seleccionar, eliminar, volver a reintegrar y así, todo como casting aclamado por un sin número de personas que ruegan desde la infancia por haber nacido con un apellido que tenga historia, poder y valga la pena para quien se hace cargo de este trabajo, la alta sociedad de Nueva York, aquella que lidera la exclusividad, el poder y la moda del momento. Su misterio se reduce al número 400, cifra que integra 400 personajes que contaron con la suerte de ser herederos de sangre, poder y fortunas de años pasados, que contaron con la suerte de ser invitados al famoso baile de los 400, organizado por la esposa del multimillonario William Backhouse Astor; Mrs. Astor, en 1892.
Y entonces, como si se tratase de un ritual que implica el ser uno de ellos, la vestimenta mas icónica en aquellos tiempos era pensada y meditada para conjugar con el viento que se encerraba en mitad de los rascacielos, este marcado por una era post-revolucionaria, renaciente estética y con toda una necesidad de mostrarse así misma, de ser llamativa, recargada y con todo aquello que pudiera parecerse a la extravagancia. De esta manera podrías demostrar allí tu poderío, aquellos largos vestidos para las mujeres, de faldas holgadas, como dispuestas a ocupar un espacio en la pista de baile, cintura apretada, toda encerrada en un corsé, de hombros descubiertos y de cuello tipo bandeja, así podría lucir ella, la mujer perteneciente al grupo élite de la cuidad capaz de inspirarnos de todas las maneras posibles.
Su rostro casi pálido, acompañado de todo un abultamiento elaborado que adornaba la cabeza, recogido que permitiera dar a conocer sus mas finas joyas todas cubiertas de diamantes y de oro, que cubrían toda la piel que no fuera ocupada por la seda; tocados extravagantes, pues llamar la atención del selectivo publico, podría hacerte escalar dentro de esta pirámide donde el poder que pudieras demostrar, te llevaría a la cima.